lunes, 24 de marzo de 2008

Suite Habana

Por Andrea Quiroz

Trece historias conviven dentro de la isla de Fidel, unas por lazos familiares, otras por el trabajo o mera serendipia. Por la mañana, todos cumplen sus obligaciones con el estado, los niños tienen que ir a la escuela y las fallas cromosómicas no impiden que la enseñanza sea para todos; los adultos van al trabajo ya sea en la fábrica, la constructora, el hospital, los pequeños talleres o el hogar. Un grupo se encarga de velar la estatua de John Lennon para evitar su destrucción, ni la lluvia impide su labor.

La tarde es para la comida y la relajación, algunos ven el televisor o escuchan viejas grabaciones. El padre y el hijo se dedican a estar juntos, se preparan la comida, el niño toma un baño y se prepara para descansar. La manicera hace sus compras para vender al día siguiente y poder mantener su hogar.

Ya la noche pertenece al entretenimiento, el zapatero se va a bailar, el travestí da su espectáculo en un bar, el joven da una función de ballet en el teatro. Al final de la noche todos regresan a sus casas para descansar y continuar su vida en la isla.